lunes, 25 de octubre de 2010

1. Solo quiero descansar

Cambio de isla, cambio de pantalla. Y casi podría decir cambio de país.

Cumplo mi objetivo de entrar en Bali al menos cuatro días antes del fin del Ramadán, la gran fiesta del mundo musulmán. Evito, de esta forma, coincidir en la carretera con los millones de indonesios que volverán a sus pueblos de origen a festejar con los suyos este acontecimiento. Bali es mucho más relajada que Java. Cambian los templos, los carteles de la carretera, las vestimentas, los gorros, pero lo que no cambia es que el arroz sigue siendo el principal sustento de la población…

… aunque nunca lo había visto crecer tan cerca del mar…

… ni había visto el paseo de “La Concha” tan cambiado

Aunque no guardo buen recuerdo de los hindúes tras mi paso por India, agradezco que por primera vez en casi un mes poder dormir sin el muecín dándome los buenos días. La devoción con la que los balineses profesan su religión es remarcable. Nunca había visto dedicarle tanto tiempo al día a un Dios, aunque teniendo en cuenta que los hindúes tienen miles quizás pueda entenderlo. Y hay que reconocer que tienen buen gusto a la hora de elegir un lugar para realizar sus ceremonias…

Uno de los sitios más venerados por el hinduismo en Bali es Tanah Lot, un templo anclado en la mar cuando la marea es alta y en la tierra cuando es baja...

.. y custodiado por ojos que han visto miles de atardeceres tras el templo

Y el atardecer es la señal para darse un homenaje con Zigor y Alain, que me han acogido en casa de este último y con los cuales iniciaré una carrera para recuperar alguno de los kilos perdidos en las carreteras de Sumatra. Y no hay mejor manera que hacerlo como se hace en casa, con comida rica rica y de fundamento.

Mis días en Kerobokan serán como si volviera a mi casa. Nunca antes en el viaje me había sentido como tal. Y lo necesitaba, ya lo creo que lo necesitaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario